Como
cada tarde, Juan, coge su bolsa de deporte, donde lleva los
altavoces, cables, micrófono, batería y Origo, que es el nombre de
su marioneta. Y se dirige al parque, que eligió para hacer sus
actuaciones. Tiene su sitio convenido y ya un publico mas o menos
fiel que va creciendo según pasan los días. Coloca los altavoces y
cables que delimitan el escenario , que es, delante de tres cipreses
juntos, parece que enmarcan el improvisado escenario. Y por último
coge a Origo que el construyo y diseño, con su maraña de hilos de
nylón, y la habilidad para que no se enmarañen entre ellos.
Al
ser un muñeco los primeros receptores fueron niños, pero cada vez
más adultos se acercan para ver el espectáculo. No hay guión, la
improvisación, de Juan, es lo que le hace fresco:
El
problema llega cuando los días acortan con la llegada del invierno y
tiene que prescindir por la aparición diaria a pasar a ser solo los
fines de semana si el tiempo atmosférico quiere, hoy sera el último
día y así se lo comunica a la audiencía, mediante la
representación de Origo. Sus ingresos, que dependen de la aportación
voluntaria de los espectadores. Esto le crea un bajón emocional.
Pero el fin de semana llegara pronto y descubre que su show se ha
publicado en diferentes redes sociales y la asistencia hace que el
espacio se quede pequeño. Una chica se ofrece para pasar el sombrero
y un par de amigos le ofrecen hacer malabares antes de su acto.
Juan
no se cree que esta sucediendo pero agradece el apoyo de todos y su
muñeco así lo manifiesta con diferentes genuflexiones. El lenguaje
llano y cercano hace que el mensaje se reciba cariñosamente. Todos
los adultos, en el fondo, son niños.
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