Lo
importante es conseguir una imagen, las escenas se han convertido en
objeto de consumo, como si fueran el resumen de todo lo que sucede en
ese lugar.
Da
igual si el lugar es un jardín, una boda, un partido de fútbol hace
falta un documento gráfico que valide nuestra instancia en ese
lugar. Si ya se hace con un famoso ya quedas acreditado, como una
persona con suerte.
Los
olores, los sonidos, la temperatura, quedan aparcados en un segundo
plano. La norma de una imagen vale más que cien palabras, Por
supuesto que menos que trescientas palabras, que es formato que
utilizo para escribir cuentos.
Curiosa
la manera que tendemos a simplificar todas las cosas, tenemos una
gran tendencia para minimizar las cosas, como si la vida fuera muy
complicada, nuestro ordenador, cabeza, ya esta lleno de datos. Si
analizamos todas las cosas que hemos acumulado, no nos valen para ser
mejores personas.
Los
teléfonos móviles han aportado el granito definitivo para el
recuerdo, hasta la plaza de aparcamiento la fotografiamos para no
tener que memorizar el sitio ocupado.
Olvidamos
los otros órganos por los que recibimos información y damos
importancia a la vista, todas las cosas que vemos, pero aislándolas
del conjunto y quedar en una imagen que es más fácil de recordar
que el conjunto de imágenes, donde extraemos el resumen.
Parece
que nos empobrecemos cuando vemos la lluvia y dejamos de dar
importancia al olor de la arena mojada, el sonido del agua al
contacto con los objetos que se topa y nos quedamos con una imagen,
que eso si, se puede guardar en una carpeta o un documento de nuestro
ordenador.
Resulta
tan fácil que lo hacemos de una manera natural lo incorporamos a
nuestra forma de ser, acortamos la manera de recibir las cosas.
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