El
joven de setenta y dos años. A veces la edad fisiológica no esta
acorde con la voluntad de hacer, de ser y de sentir. Los años son
los que pasan para los demás, yo me encuentro con la energía
suficiente para hacer y deshacer. Así piensa Alejandro. Elige un
sitio en la playa donde pueda encontrarse a gusto y comienza a hacer
su tabla de yoga, separado por una distancia que le da cierta
intimidad para su fase de concentración y contacto con su
respiración, para percibir todo lo que le rodea. Normalmente siempre
empieza así pero curiosamente luego se van acercando personas que
empiezan con la curiosidad y luego se van integrando en la
disciplina.
La
paz de Alejandro es tan fuerte que muchas personas la reciben y
quieren ser alumnos de tal persona.
La
playa es su camino pero tiene su grupo de aprendizaje y evolución en
las técnicas del yoga.
También
ha desarrollado como instructor en constelaciones familiares, la
influencia de nuestra familia en nuestro inconsciente y como influye
dentro de nosotros.
El
respeto a lo que comemos y como lo comemos es otra de sus máximas.
Lo que le hace que sea una persona que no le sea difícil vivir lo
que dice, pues parte de su vida.
Encontró
en la sencillez la manera del desapego. Para no tener que transportar
una mochila voluminosa, lo cual no le impide el poderse volver. En el
ayuno comprendió que era otra manera de desprendimiento.
Siempre
ha tenido la seguridad que nunca le faltara de nada, imprescindible,
por ello esa mochila no termina por ser un engorro y que afecte a la
espalda, que cada paso, no sea un doliente, sino un avance hasta la
siguiente meta.
La
mirada de Alejandro es profunda pero mas reflexiva que incisiva.
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