domingo, 25 de octubre de 2015

ALEJANDRO, EL YOGUI



El joven de setenta y dos años. A veces la edad fisiológica no esta acorde con la voluntad de hacer, de ser y de sentir. Los años son los que pasan para los demás, yo me encuentro con la energía suficiente para hacer y deshacer. Así piensa Alejandro. Elige un sitio en la playa donde pueda encontrarse a gusto y comienza a hacer su tabla de yoga, separado por una distancia que le da cierta intimidad para su fase de concentración y contacto con su respiración, para percibir todo lo que le rodea. Normalmente siempre empieza así pero curiosamente luego se van acercando personas que empiezan con la curiosidad y luego se van integrando en la disciplina.
La paz de Alejandro es tan fuerte que muchas personas la reciben y quieren ser alumnos de tal persona.
La playa es su camino pero tiene su grupo de aprendizaje y evolución en las técnicas del yoga.
También ha desarrollado como instructor en constelaciones familiares, la influencia de nuestra familia en nuestro inconsciente y como influye dentro de nosotros.
El respeto a lo que comemos y como lo comemos es otra de sus máximas. Lo que le hace que sea una persona que no le sea difícil vivir lo que dice, pues parte de su vida.
Encontró en la sencillez la manera del desapego. Para no tener que transportar una mochila voluminosa, lo cual no le impide el poderse volver. En el ayuno comprendió que era otra manera de desprendimiento.
Siempre ha tenido la seguridad que nunca le faltara de nada, imprescindible, por ello esa mochila no termina por ser un engorro y que afecte a la espalda, que cada paso, no sea un doliente, sino un avance hasta la siguiente meta.

La mirada de Alejandro es profunda pero mas reflexiva que incisiva. 

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