martes, 9 de octubre de 2018

LA TIENDA DE HAMBURGUESAS




Juan había montado una tienda donde solo vendía hamburguesas. Una plancha un frigorífico y un armario donde almacenaba el pan. No tenía mesas y las bebidas estaban en otra nevera donde se alojaban diferentes latas, desde refrescos a cervezas. Tenía su salida de humos y un mostrador. Una pequeña trastienda y las pocas verduras que daban color al marrón de la carne congelada.
El público era juvenil en su mayoría. Según llegaban se elaboraba el pedido.
Un día llegó Maite, una mujer en torno a la cincuentena. Le pidió si podía trabajar con él. Juan fue claro con lo que sacaba de recaudación le llegaba, para sus gastos y un pequeño sueldo.
Maite le explico que necesitaba trabajar y ella había elaborado hamburguesas en otro sitio. Solicito una semana a prueba sin salario.
La llegada de esta mujer cambio el negocio, por la mañana iban al mercado a comprar la carne, compro especias y fueron a elaborar al local. La delicadeza que presentaba cada parte de la elaboración le dejo pasmado. A la hora de la comida ya tenían cincuenta hamburguesas preparadas. Las primeras personas hicieron su encargo rápido, pero era esta mujer desconocida la que atendía, Juan quedaba en la plancha. Añadía los ingredientes de siempre, como complemento. Pero otro ambiente se respiraba, la atención más cuidada y la sonrisa de Maite, era diferente. Al terminar el día se había vendido la totalidad y alguno volvió para repetir.
Esta mujer le pidió que renunciara a las congeladas y dedicaba tres horas en la elaboración del producto.
Al tercer día, Juan lo tenía claro, tenía que contratarla. Maite se sintió agradecida, acepto con la condición de no cambiar la elaboración, era ella quien estaba marcando los ritmos y la elaboración. Juan quedaba en un segundo lugar, se duplico la producción.

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