viernes, 5 de octubre de 2018

LA BOTELLA DE LITRO Y MEDIO DE AGUA






Una persona que se cría en la abundancia, difícilmente se puede adaptar a la del valor de las cosas.
Cuando venía me encontrado con una botella de agua mineral de litro y medio, más de la mitad estaba vertida en el asfalto. Un envase de este tipo vale unos céntimos, pero el recurso que contiene va siendo más escaso en el mundo y el hecho del “como tengo dinero, lo puedo hacer”, ese sentimiento de riqueza hace justificar cualquier acción.
Un parque público, en cualquier ciudad puede representar una vida en macetas, pero dentro de las mismas existe la naturaleza de algún árbol o arbusto. Puede ser una zona decorativa pero existen unos seres vivos que son compañeros navegantes en este viaje que se llama Vida.
La existencia se llena de muchos decorados o actores que desempeñamos un conjunto global. La riqueza no se encuentra en el dinero por mucho que se proyecte esta imagen, a través de los siglos de existencia. Todos tenemos la abundancia de lo que nos rodea, pero solo la llevamos a aquello que es tangible y su modelo es monedas o billetes o tarjeta bancaria.
Después de contemplar ese agua derramada, esos alimentos que van a la basura sin haber sido consumidos, llega el tiempo de reflexión ¿lo estamos haciendo bien o es un modelo que tiende a caducar? Hay cientos de personas adscritos a seguir igual, “esto no lo cambia nadie”. Pero ese consumo desmesurado, parece estar llegando a su fin. Todos los habitantes tienen derecho a la vida en el planeta, dejando de lado los criterios excluyentes que hasta ahora han marcado la ley y el sistema. Dejar de consumir como una forma de riqueza, aunque llene nuestros estómagos y nuestro ego pero vacíos en la mente, con montañas de basura, como consecuencia.

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