viernes, 19 de octubre de 2018

LA CARRETILLA DE JUAN




Sentado en los escalones, no encontró un banco para variar el sitio. Juan siguió con la mirada a los paseantes, quiso encontrar mil historias, cada persona que pasaba le sugería una cosa. En los espacios que no pasaba nadie, enlazaba la historia de unos y otros, con lo cual se centraba en todo lo que pasaba, pero en nada de su interior.
Juan había salido de casa, casi huyendo y encontró una nueva pantalla donde buscar sus frustraciones en las acciones de los demás. Su manera de liberarse de ese sentimiento le hacía sentirse bien. Al fin y al cabo, eran personajes neutros y encima desconocidos, por ello no tenía sentimiento de culpa. Los demás eran cargados con ese sentimiento y él quedaba liberado, por ello, se encontraba más relajado. No solucionaba nada porque al fin y al cabo la culpa la tenían los demás. Él se encontraba bien era el centro del universo y por lo tanto ecuánime respecto al resto de planetas y estrellas que gravitaban por allí lejos. No encontraba el símil con los puntos iluminados en el cielo, por la noche.
Sin fijarse los veía extraños y lejos de ser parte suya, no hablaban y no se podía comunicar con luces, al igual que con animales y plantas. Era más material, terrenal a pesar de proyectar sentimientos en los demás. Los veía como carretillas donde descansar su peso, de sentimientos, acumulados en una cabeza que no soporta demasiado peso.
Su estancia en las escaleras venía a ser como una terapia, aplicada a si mismo, con un único actor, Juan.
No conseguía mucho más pero la semana la salvaba de esta manera. Por ello recurría a ella con frecuencia. No hablaba con nadie, aislado dentro de un mundo lleno de gente, pero donde se encontraba profundamente solo.

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