miércoles, 3 de octubre de 2018

EL ASIENTO DEL CONDUCTOR





A veces, sentarse en el asiento del conductor asusta, porque te conviertes en el responsable de tu viaje, incluso por las acciones de los otros conductores, tu te conviertes en el responsable.
Según van pasando los años, la necesidad de protagonismo va disminuyendo, hasta convertirse en un sueño y ese si que tiene poca entidad.
El acomodo humano pasa por diferentes fases, agravadas por una sensación de cansancio, donde parece que la vida “cuesta” parecida a una empinada rampa. Nos dejamos sumergir en el cansancio y justificamos nuestra vida en torno a la oxidación celular, como parte que determina nuestras acciones o inacciones. Siempre tratando de justificar el hecho de ir en el asiento del conductor, si esto no fuera así tendríamos la sensación de no haber vivido nuestra propia vida.
Ayer observe a una mujer que hablaba con las plantas, quitándome los prejuicios de “la loca de turno” la observaba y aprendía como la paz llegaba a ella al estar en armonía con ella misma y por tanto con su entorno.
Podemos ir en un autobús donde no somos los conductores, pero alrededor nuestro existe vida. La despreciamos y como consecuencia sentimos el vació. Está mujer conseguía lograr el todo, con la sencillez de vivir todo lo que está a su alrededor.
Los vehículos son simples maquinas pero su uso es la diferencia de estar en un sitio u otro.
Las rampas, al fin y al cabo, son parte del camino que nosotros cojamos, lo que diferencia un camino de otro. La trasformación de ese movimiento hace que sintamos una cosa u otra, vayamos en un coche o andando, el resultado puede ser el mismo, la única diferencia será el tiempo, ese que va marcando los lóbulos de nuestro cerebro y las consecuencias de nuestro pensamiento con desenlace diferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

gracias por participar en este blog.