sábado, 13 de octubre de 2018

EL PELO ENSORTIJADO






El pelo ensortijado de Juan era un espejo de su manera de ser. El peine pasaba una y otra vez sobre el rizado cabello pero las curvas volvían a aparecer.
El color iba cambiando hacía gris, era prematuro, pero la herencia marcaba.
Juan seguía anclado en una edad que supero su cronología actual, quedando grotesco el seguir anclado en una época que ya no le corresponda. Pero el tiempo pasaba para los demás no para él. Siempre fue fácil encontrar en los demás detalles pero ignorando el reflejo personal.
El camino fue a una discoteca donde se quiere mostrar la elasticidad que se va perdiendo entre los dedos y sentirse protagonista de miradas extrañas. Era un día de diario por ello no había mucha gente, la mayoría eran hombre apegados a vasos donde rebotaban una y otra vez los hielos que diluían el calor de los alcoholes. Algunas parejas se sentaban en las mesas que rodeaban el escenario, donde se luchaba por contorsionar los cuerpos.
Las mujeres habían hecho uso en profusión de los frascos de colonia, dejando un rastro a cada movimiento.
Juan salio al escenario para dejarse ver. Comenzó las movimientos rítmicos, mientras parecía que todos estaban ausentes. Unos porque miraban sus teléfonos móviles en busca de la última información. Otros porque charlaban entre ellos y las parejas que solo tenían ojos para la otra persona. De pronto surge el apagón, las luces de seguridad se iluminan y el silencio se fue cambiando por voces de extrañeza o de broma de los propietarios. Lo primero buscar sus pertenencias con la ayuda de los teléfonos luego emprender la salida ante un posible incendio, que no aparece. En pocos minutos congregados en la puerta, solicitando explicaciones a los empleados, que saben tanto como ellos, achacan a la edad del edificio.

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