Juan
fue encerrado en una prisión por haber asesinado a una persona. La
pena de muerte esta vigente en su país. Fue acusado pero la verdad
es que ni él se encontraba en esa zona, pero no pudo demostrarlo. Se
le aisló y prácticamente estaba juzgado de antemano. El cadáver
era una persona muy influyente en la política de la nación. Se le
corto todas las lineas de demostrar que no era el autor, pero a
alguien le venía bien que fuera el chivo expiatorio.
El
aislamiento lo vivió como un martirio, hasta se autolesiono. Las
expectativas hacía el reo se iban cumpliendo, solo era cuestión de
dotarle de un elemento para que pudiera suicidarse.
Una
de las pocas visitas que recibió fue de su abuelo y le dijo: “la
muerte no daña al pájaro tan solo quiebra la jaula”, le explicó
que leyó esta cita de un autor afgano.
Juan
tuvo tiempo para reflexionar sobre la frase y comprendió que el
camino de destrucción era la peor elección, alguien obtendría sus
beneficios a costa de haber cogido un camino que no era el suyo.
Juan
disponía de tiempo y comenzó a plantear su vida de otra manera, aun
a pesar del aislamiento.
La
puerta de su celda se abrió y vio a un funcionario le ofreció un
potente veneno para finalizar su vida. Juan le dio las gracias y le
dijo que ayer le hubiera dado las gracias hoy le molestaba. Salio con
aires destemplados e informo del encuentro con el autor de la idea.
Recibió el dinero ofrecido y en su conciencia quito la idea que
provocaba el rum rum del acto que había desempeñado. Con el dinero
compraría aquello que su sueldo no le permitía comprar y la vida
sigue.
La
vida de Juan empezó a cambiar.
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