A
todo el mundo le gusta un final feliz cuando lee un escrito o libro.
Pero lo que impera son noticias de sucesos, donde la belleza esta un
tanto ausente.
Nos
conformamos con un es la vida misma aportando todo ese sentimiento
aprendido por comentarios de muchas personas además de los medios de
información que buscan todo aquello que sale de la normalidad,
porque está no vende y ellos están para comerciar con las noticias.
Si estás no existen se crean, como argumento dan que son creadores
pero sin importar de quien se trate y el efecto producido, todo se
vende. Todos sabemos que esos finales felices son etéreos y no se
producen en la realidad. Esta es la normalidad y pocas cosas
diferentes aportan salvo las anécdotas que rompen la linea recta del
comportamiento general.
El
final feliz nos suena a ñoño, a cuento de reyes y princesas. Cuando
lo normal es encontrar a jóvenes con trabajos pecuarios, adultos con
problemas para poder pagar el compromiso de una hipoteca que te dará
la seguridad ante posibles tiempos inciertos, donde no tienes ganado
nada, todo es temporal y esos finales no existen porque alguien nos
ha leído el posible final del escrito habiendo roto eso que nos
gustaría encontrar, pero que no vemos en nuestra realidad, ni
siquiera en la de nuestros vecinos o amigos. Tal vez como forma de
ser una ilusión por la que digamos: Aceptamos el reto.
Lastima
que toda esa energía se diluya y quede desfigurada, para presentarse
como un monigote sin entidad y se transforme en una caricatura, por
supuesto mal dibujada.
Pero
aceptando que nuestra magia quede aparcada, una vez más, en los
lugares de las cavernas, para aportar más luz, tan necesaria y
olvidada, por motivos, siempre extraños a nuestra forma de pensar
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