miércoles, 28 de febrero de 2018

LOS OJOS QUE TODO LO VEN 3




Obtener la pistola es tener la seguridad ser respetable. Cada asesino suele volver al lugar del crimen. Juan es uno más.
Llega a la colonia de casas bajas que linda con la montaña y mira hacía todos los lados, da una pequeña vuelta para llegar a la alcantarilla. Mete la mano en el agujero pero allí no ahí nada. Mira en su entorno pero nadie es testigo. Desde la ventana testigo una mano marca el teléfono de la policía.
Juan inicia una carrera para salir de la ratonera, la misma que acogió a su presa.
Un frenazo en seco turba su huida. Identificación y entrada en el coche. La llamada y ver una persona corriendo fue el móvil de la detención.
Juan nervioso piensa en que ha fallado, pero la idea es haber vuelto a la escena del asesinato. En comisaria se derrumba y confiesa. Tras un cristal traslucido es identificado por el testigo. Todo parece terminado pero los tentáculos del fallecido se dirigen hacía él, de una manera silenciosa.
Tras el ingreso en prisión recibe el primer aviso de uno de los recluidos: “Lo pagaras”.
Pide protección ante las amenazas, pero ya ha vuelto a trasgredir otra de las normas, el silencio.
Pasa el tiempo sintiendo observado, el sueño no se recupera. Continuas agitaciones le despiertan con frecuencia. Unas profundas ojeras y un negar a la comida, hacen un aspecto deplorable. Sabe que caerá en cualquier momento pero esos ojos que todo lo vean le impiden llevar cualquier tipo de vida. Su pensamiento es unicolor y precisamente es el negro, ocupante de su mente.
El momento llega y se retuerce de dolor sobre el suelo indefinido. Lo último que ve es la imagen de un ojo. Para ello cierra con fuerza los suyos con intención de no ver nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

gracias por participar en este blog.