El
numero del circo está comenzado. Se encuentra casi lleno, con unos
espectadores ávidos de emociones, de ser impresionados con escenas
que escapan de la realidad. Ansiosos por aplaudir cualquier numero.
Juan
está sentado en un lateral, no tiene la perspectiva del actor de
cara a él, lo que le da un angulo diferente de visión.
Los
equilibristas desafían a la gravedad y hacen giros perfectos en
manos de sus compañeros. Su cuerpo menudo le permite hacer giros
insospechados. Pero hoy uno de ellos falla, la inercia le hace salir
de la red protectora. Un grito unánime de pánico se generaliza.
Alguno gira la cabeza para no ver la tragedia, en su caída logra
tocar la red para amortiguar el impacto.
Los
proyectores cesan de seguir al atleta. La distancia al suelo es
considerable añadiendo la velocidad adquirida.
Muchos
ojos fijos en la escena. El ohh generalizado y el levantarse del
asiento como un resorte todo es uno.
La
música cesa. Las luces generales se iluminan. El interés por el
muchacho es máximo, todo el mundo quiere saber como se encuentra.
Una camilla aparece, tumban al trapecista y le sacan por la puerta.
Los auxiliares
recogen la red, suben los trapecios para seguir el espectáculo. El presentador sale a escena para anunciar el siguiente acto. La función
tiene que seguir.
Las siguientes escenas son mirados con indiferencia, la preocupación es
múltiple.
Nadie
abandona las butacas pero esperan oir el sonido de una sirena, pero
está no llega.
Termina
la función poniendo la red y desplegando los trapecios salen lo
trapecistas y también el herido. Sin rastro de nada. Ejecuta nuevas
volteretas y un aplauso cerrado es su premio.
En
la salida el director le comenta: hoy nos ha salido. Contesta si hoy
salió como pensábamos. Un guiño de ojo.
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