Juan
se encuentra en un dilema, como combinar puzzles con rompecabezas.
Cada uno tiene una parte del contenido global, pero, en lógica, unos
no encajan en otros.
Las
dos imágenes son necesarias para la compresión general de una cosa
que le preocupa, pero no se pueden superponer. Dentro de un mismo
contexto, no son iguales.
En
una mesa rectangular tiene puestas todas las piezas. El azar las
colocado de cualquier manera pero es necesario armar las dos imagenes
para dar la clave. Las dos fotografías hacen referencia a una misma
cosa pero debe optar por empezar con una. No puede intercalar piezas
de uno en otro. El tamaño y la disposición caprichosa del puzzle
frente a la cuadratura del cubo. Con seis posibilidades de paisaje
frente al recorte de las piezas torneadas y cortadas en a simetría.
Al
principio, Juan, creía que podría hacerlo, unas piezas le darían
pistas para una disposición general donde observar la imagen
buscada.
Tiene
que decidirse si empezar la composición por unos componentes u
otros. El puzzle tiene muchos elementos pero sigue los cánones de
una lógica. Mientras el rompecabezas tiene seis composiciones
diferentes en un mismo cubo.
La
fotografía es la misma. Se ha llegado a plantear el iniciar la
composición de las dos a la vez. Pero sentía dispersarse y por ello
debe elegir.
Toma
los dados para introducirlos en su estuche de cartón, pero cada vez
que los coloca, la imagen va concordando se va formando. La decisión
cambia y coordina las piezas en su orden.
Juan
se emociona, al ver como el azar va dando forma, tiene que rotar muy
pocas piezas. Siente una subida en su estado de animo, para un poco y
comienza a recoger las otras piezas para meterlas en una bolsa de
plástico.
Única
concentración.
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