Hay
algunos animales con la capacidad de sufrir una metamorfosis que les
hace vivir en planos diferentes. Los insectos, aquellos más pequeños
son capaces de generar diferentes vidas dentro de una misma. Así va
leyendo Juan la apasionante vida de algunos insectos.
Quiere
extrapolarlo al mundo humano y comprueba que las actitudes aprendidas
son determinantes de una rigidez, que en mayor o menor medida, fijá
la vida de las personas. La dificultad de retirar un caparazón, ya
viejo por una nueva manera de entender o enfrentarse a la vida. El
hombre se a quedado en su etapa de gusano y generador de un capullo
de seda, este permite estar tan seguro, tan protegido que genera uno
de gran porte pero se olvida que contras más hilos aporta a su
habitáculo estanco, va perdiendo la vida y ya no se genera en otra
cosa, simplemente perece.
Juan
reflexiona sobre esto y va escribiendo y sintiendo ese cambio para
describir con “pelos y señales”.
Es
un bagaje tan voluminoso que te fija como las raices de un árbol
aferradas al suelo o la materia, con unas consecuencias indeseables
pues corta las alas a la libertad, de ser otra cosa.
En
su reflexión intenta crear una solución, pero sera una más de las
búsquedas humanas.
Sigue
leyendo al mundo de esos seres que comparten la misma vida que la
nuestra, pero vista como una vida inferior, tal vez sea por el
tamaño, pero no del protagonismo del planeta. Un simple manotazo
eliminara de la escena, pero solo de ella, pues trasciende más allá.
Su cuerpo se trasformara en materia orgánica absorbida por las
plantas, también habitantes del mismo.
Juan
comienza a llenar, del abismo sugerido por la vida, ve como la vida
da muchas claves, aunque solo queramos encontrar entre “si o no”.
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