La
esperanza de la sorpresa es lo que mantiene a Juan unido a la
lectura. Busca una y otra vez lo que rompe la uniformidad. Salir del
encefalograma plano como dice él.
Difícil
dar por vencido, hombre tenaz. Siempre acompañado por sus gafas de
pasta con cristales lo suficiente grandes para formar una herida en
la nariz, cauterizada por el paso del tiempo.
Cuando
habla con cualquier persona quiere ver la imagen plana de la vida que
llevan los seres humanos, sobre todo los de ciudad, poco observadores
de la naturaleza, como mucho del estado atmosférico.
Acumulaba
libros, hoy los dispositivos electrónicos han liberado las
estanterías de madera. Incluso ha empezado a donar a asociaciones
que luego los venderán a un euro, eso no le importa. Cada semana
llena una bolsa de deporte y los lleva a la institución, que los
recibe como un mueble más, apilándolos en un palé, para hacer una
primera criba, donde separar los de más valor y poder conseguir uno
o dos euros más.
Esa
sensación de ganar espacio y sentir una liberación, donar esos
libros comprados con esfuerzo para, solo, ocupar un lugar, similar a
la memoria que acumula multitud de datos inútiles pero si
desaparecieran dejarían un vació de experiencia.
Juan
no le importa desprenderse de la materia por otra más virtual, ha
aceptado el cambio. Pero sigue teniendo esa capacidad de buscar algo
que haga la vida más interesante.
Abre
su mente para realizar en cualquier situación, no, necesaria, fuera
de lo normal. Un paseo, una actividad es punto para desarrollar su
imaginación. Ha aprendido a hacer un instrumento a su necesidad
personal.
Hoy
ha comprado un ramo de flores para colocar en su jarrón del comedor,
llena de agua, observa que esta lleno de insectos, ha traído un
mundo a casa.
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