jueves, 22 de febrero de 2018

LOS OJOS QUE TODO LO VEN 1




Juan siempre supo del dicho “los ojos que todo lo ven”, pero cuando cometió el crimen, miro hacía un lado y al otro viendo que el paraje estaba desierto. La distancia que produce una pistola es suficiente para no dejar otras huellas que la propia de la bala, nada más. Estaba en una calle apartada y no dejaría huellas de sus zapatillas deportivas.
Se cito con la victima en aquel lugar para entregar una bolsa con dinero fruto de la deuda contraída hace un mes. La bolsa la llevaba pero llena de recortes de papeles. No pensaba nunca pagarle el favor realizado. La linea de la anormalidad sabía que la atravesaría y no tenía retorno, por tanto una muerte más no importaba. El objetivo es ganar dinero para encontrarse más libre, fuerte y seguro.
Juan no tuvo una gran autoestima por ello fue poniendo trajes en busca de aparentar, lo que no era.
Novelas y cine le dieron claves para actuar y vestirse.
Este paraje lo había analizado para ser utilizado en caso de necesidad. Siempre solitario y apartado de miradas. Dentro de la gran ciudad y con posibilidades de escabullirse en caso de aprietos.
Pero sabía el dicho, lo cual le produce una inquietud. La zona esta alejada de su lugar de residencia. Al deudor también le desplazaba unos cuantos kilómetros pero el ansía por el dinero fue mayor que las precauciones a tomar.
Aun así acepto ir a aquella calle, cuello de saco. Tras el disparo se sentía más libre y fuerte. Al lado de una alcantarilla escondió el arma metiendo en el plástico con los recortes de papel.
Pero un testigo, perteneciente al dicho “los ojos que todo lo ven”. Observo todo desde la ventana de su casa.
Oyó la conversación y la escena acaecida enfrente, suyo.

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