Juan
y María han llegado a una fase de tedio, parece que se lo han
contado todo y ya no hay más estimulo. Por ello han cambiado a una
nueva actitud, la persona con la que conviven se convierte en un
estorbo, un enemigo.
Los
diálogos se trasforman en reproches. Las palabras suben su volumen,
como queriendo marcar un espacio.
La
convivencia se deteriora, solo les acerca la edad y los achaques
físicos.
Dejaron
de visitar a amigos y familiares por las discrepancias que generaban,
como consecuencia les lleva a un aislamiento con el a gravamen que el
tiempo climático les recluye más en casa, tanto si hace calor como
si el frío es el reinante. Buscan en las salidas para hacer los
recados de la casa el estimulo para no ver a su compañero.
El carácter
se va resintiendo, ambos se hacen huraños. Pero la edad les evita
tomar decisiones. Los hijos viven en otras ciudades con lo cual no
tienen contacto, salvo el telefónico, sobre todo realizado por
María.
José apenas
sale de casa y pasa múltiples horas frente al televisor. Olvido sus
revisiones medicas y toma la decisión de esperar la muerte, por
supuesto, sentado en su butaca.
María realiza
las funciones básicas de la casa, pero va dejando de hacer comida
para dos. Elabora la suya para forzar a su marido a realizar otra
tarea que no sea la espera.
Pero
la muerte no tarda mucho en llamar a la puerta y busca a la figura
masculina. El corazón pierde su ritmo e ignora reencontrarlo. Un
médico certifica la defunción.
Ahora
María se ve motivada y liberada, con lo cual, quiere recuperar el
tiempo perdido.
El
entierro tuvo poca asistencia, todo el mundo se había olvidado de
él.
El
seguro se ocupo de todos los tramites.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.