lunes, 26 de febrero de 2018

LOS OJOS QUE TODO LO VEN 2




La salida de Juan del lugar fue rápida. Mirada a todos los sitios, pero ni siquiera la detonación produjo atención por nadie.
La vigilancia del sitio conformaba su aparente tranquilidad. Ya había pasado a la otra orilla. Ahora ya todo da igual.
La llegada de la policía, alertada por el testigo, fue pronta. Indico hasta el lugar donde estaba escondida la pistola y el fajo de recortes de papel. La investigación partía con ventaja. Testigo, arma. Mucho más que el anonimato que empieza cualquier causa.
En comisaria no hubo reconocimiento de fotografiás acumuladas en los archivos informáticos. La colonia de casas bajas no tenía respuesta de haber sido realizada por un vecino. La fácil comunicación con el centro de la ciudad a través de la linea de metro, no necesitaba ni la ayuda de un coche.
Juan conoce que su aventura debe ser contada, sino nadie le reconocería nada, y una muerte es una medalla en su honor canalla.
Unas cervezas y cuenta a sus conocidos su proeza. Uno de ellos le llama a un lugar apartado y le comentaba lo cuidadoso que debe ser. “Siempre hay un soplón, que por dinero larga”. Nervioso contestaba: “Tu crees”. No solo creo sino que lo he vivido en primera persona.
El nerviosismo de Juan va en aumento, sino lo hubiera dicho, no sería nadie, ahora gozaría de prestigio y respeto. Pero alguien le podría traicionar, en realidad se trata de conocidos, no les conoce como si fueran amigos. Nadie le pediría la pistola para no tener que cargar con un cadáver, añadido a la fechoría a hacer. Pero Juan conoce que una pistola da autoridad, por ello debe volver a tenerla. En la tercera noche quiere recuperarla. Su seguridad ya no está garantizada. El asesinado puede tener amigos en la zona suya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

gracias por participar en este blog.