Los
errores en los demás, son más fáciles de ver y criticar, así
comenta, Luis a su amigo Ángel.
Si
incluso se pueden formar bandos para defender cualquier decisión, es
simple, el colocarnos en una y además afianzarnos como si nos fuera
la vida en ello. Porque una vez metido la pata, lo único que puedes
hacer es afianzarte, sino pareces un ser voluble y de alguna manera
veleta. Responde Ángel.
Normalmente
no te paras a analizar la insensatez que sale, de la decisión tomada
en un momento dado. Parece justo el seguir por el camino iniciado. Al
contrario que es rectificar y tomar el más racional. Apunta Luis.
Es
tan importante, parecer recto en la toma de decisiones, que se puede
disculpar a la de seguir empecinado en un discurso, en el que no
crees, pero llenas de argumentos para justificar la decisión tomada.
Mientras Ángel mirá a los ojos de su amigo.
Cuantas
sinrazones justificamos sin creer en ellas. Quizás la frase más
bonita es pedir perdón o un lo siento, para reconocer nuestra
elasticidad par afrontar cosas. Al otro lado de la cafetería. Una
discusión se produce entre un cliente y el camarero. Observan como
dos espectadores y van encontrando argumentos para el dialogo que
tienen entre ellos. Al volverse, Luis, para seguir la escena, golpea
con el codo un vaso de cristal, cae al suelo y se hace añicos. Se
levanta y va hacía la barra para pedir una escoba y un recogedor. El
camarero interrumpe la discusión y le dice: “No se preocupe en un
momento iré yo”. La discusión se interrumpe, mientras el cliente
se ve frustrado, quería haber seguido, tal vez, con la intención de
encontrar petroleo en ese pozo que habían escavado y tanta arena han
sacado. Casi, sin darse cuenta ambos.
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