Para
Juan siempre le ha parecido que tener razón te da la suficiente
fuerza para vencer cualquier cosa. Ese escudo que te hace llegar a
cualquier sitio. Esa autoconfianza con poder de despertar admiración
en otras personas, es tan fuerte y significativo para poder pasar por
encima de cualquier cosa. Sin planteamiento psicológico lo esgrime,
como argumento ante cualquiera e incluso se encuentra envuelto en la
bandera se la razón.
Juan
no ha descubierto que la razón es relativa a la persona esgrimidora,
solamente para ella, para el resto existen otras visiones o lógicas.
En
Juan solo existe una única verdad, lo demás son descomposiciones de
la misma y por tanto no puras.
Juan
consigue ser un adalid de la misma, pero ello le lleva a muchas
confrontaciones con otras personas de diferentes formas de ver la
vida.
Hoy
esta pasando por un paso de cebra, inmerso en sus pensamientos, obvia
al vehículo que viene de frente. Resulta arrollado pero sin daños
significativos. Se levanta como un resorte y va a encararse con el
avasallador, por supuesto con el amparo de haber hecho las cosas
bien.
.
Juan comienza a gritar, consigue llamar la atención de más gente,
con lo cual su foro puede reafirmar. Posiblemente unos moratones y
dolor muscular sera la consecuencia del mismo. Llama a la policía
para que la imponga una sanción. La muchacha, asustada, por fin
habla, y pide insistentemente disculpas.
Juan
armado de razones dice si no sabe frenar. La respuesta es simple el
freno se quedo sin fuerza y no obedece a las ordenes del pie. Juan no
la cree y va con ella al coche. Arranca a poca velocidad inicia la
marcha. el pedal se hunde sin dar respuesta. El vehículo choca con
otro aparcado. Juan sale pálido. Un policía espera allí.
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