viernes, 8 de diciembre de 2017

EL SEISMO





Cuando se acercaba el día, la oscuridad deja paso a las primeras luces. Un tanto dudosas. Las sombras se convierten en las reinas del nuevo periodo y el trasnochar deja de tener sentido. Según van llegando los nuevos minutos. El telón se va subiendo poco a poco y va descubriendo un panorama diferente.
Las farolas van apagándose y acoge, a los más madrugadores, en busca de sus vehículos o medios de trasporte. Los más afortunados llegan a su destino andando. Los panaderos han terminado su jornada y vuelven a sus hogares.
Algún chico joven regresa a casa, parece un intercambio en el día de fiesta.
Las paredes de ladrillo o cemento toman unos tonos diferentes a los que lucirán cuando está el sol.
La fuente, instalada en la rotonda de la intercesión de calles, comienza su cantarina caída de agua.
Las voces sustituyen a los susurros, más matinales. Muchos aprovechan a girar sobre si mismos, en sus camas, para alargar la hora de ponerse en pie.
Las churrerías y las panaderías abren sus comercios, en busca de los clientes más tempraneros, compiten por ofrecer su genero, en busca del intercambio de dinero que les llevara a poder pagar los gastos que genera la apertura de su local comercial.
Pero hoy es diferente un movimiento sísmico asusta a la población que sale a la calle en busca de la seguridad del espacio abierto huyendo de un posible enterramiento.
Algunas alarmas comienzan a sonar, a pesar de su prohibición y la calle se llena de durmientes, asustados. Algunos han recogido algo en bolsas que sacan a la calle. Han sido dos temblores, el segundo ha pillado a muchos ya en la calle y recogiendo lo imprescindible. En las calles se ven algunas grietas llevadas a cabo también en paredes de los edificios.

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