La
salida está rota, se trata de una salida de una boca de metro. Tras
un hundimiento en la calle, quedo taponada la misma. Por ello todos
los usuarios deben acceder, por la otra boca de entrada, esto supone
dar una considerable vuelta. Lo que crea un malestar. En realidad, el
desprendimiento afecta a la mitad del paso. Pero se ponen unas vallas
para evitar el paso por allí.
Los
días pasan y siguen sin arreglarse y las obras están paradas.
Comienza un malestar entre los vecinos que no quieren más tardanzas.
Y son un grupo de chavales que dejan abierta la verja que impide el
paso y pasan para acortar el camino hacía el vestíbulo.
Una
vez superado esta entrada hay un largo pasillo que comunica con la
entrada al metropolitano. El mismo esta oscuro pues las luces están
desconectadas. Pero ellos se arreglan con la luz de sus teléfonos
móviles.
La
escena no pasa desapercibida a los viandantes que ven como retirando
la valla que impide la entrada en los dos sitios se puede llegar a
acortar el camino. La oscuridad se puede solventar con la luz
telefónica.
Tímidamente,
más personas, toman el mismo camino, hasta hacerlo la salida normal.
Los cascotes y la tierra caída no son obstáculo para tomarlo de
nuevo. Salvo las personas mayores y mujeres temerosas de pasar el
pasaje oscuro.
Un
vecino solicita que se de la luz al pasillo. Respondiendo, muy
radicalmente, que es una zona de obras y está cortado. Vuelven a
colocar las vallas en su lugar, pero tardan poco tiempo en ser
retiradas.
El
pasillo iluminado por multitud de lucecitas, clama por una solución.
Y se deciden poner quejas. Van engrosando el numero, pero no existe
reparación a corto plazo. Palas y escobas surgen para adecuar el
pasillo ampliándolo.
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