lunes, 11 de diciembre de 2017

SOBRE DIOS





Los hombres siempre han querido hacer dibujos, esculturas y hasta arquitecturas para representar la imagen de Dios.
Una profunda necesidad de materializar algo que no tiene sustancia para trasladarlo a nuestro mundo de realidades tangibles. La profunda necesidad de entender, posiblemente, con el diccionario en la mano, para poder trasladar a un lenguaje entendible, algunos conceptos abstractos, como la palabra Dios.
Luego llegó la apropiación del concepto en forma de imágenes, intentando imponerlo a los demás para mostrar su superioridad y de paso enseñar que Dios, está de su lado.
Se construyeron templos para albergar el lugar donde comunicarse con él. Como consecuencia de las imposiciones, llegan las muertes, los tormentos y los sometimientos en nombre de una abstracción. Impidiendo la libertad de no tener que demostrar a nadie que estás con él, sin necesidad de luchar por nada ni por nadie, para sentir el sentimiento de su forma y su agradecimiento en forma de lo único que contamos en su forma más real: “vida”. Sin necesidad de enfocarlo en una persona en concreto, pues sino tendría los defectos de todas las mismas. Se convertiría en uno más. Le podríamos acusar de hacer oídos sordos a nuestras preguntas e incluso a nuestras rogativas. Decepcionados perderíamos el concepto abstracto y romperíamos imágenes como las responsables de nuestras, propias frustraciones.
En esa anarquía destructora nos declararíamos, ateos y fácilmente, pasaríamos al siguiente paso, lo único valido es lo material. Cambiaríamos una imagen por un billete, unas monedas o una tarjeta bancaria. Y vuelta a empezar, con la diferencia del cambio de modelos.
Alguien dijo que es más fácil cambiar de religión que de alimentación. Por ello es sencillo cambiar los valores, unos por otros. Solo en los prolegómenos de la muerte surge el miedo al más allá, pero por saber que está.

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