miércoles, 20 de diciembre de 2017

SIN SABER DECIR NO





Saciado de comer, Luis, se levanta de la silla. En su mente la sensación de haber cometido algo malo, ha ingerido mucha más comida que la necesaria. Una sensación de no saber contener sus instintos primarios le crea un desasosiego capaz de parar la iniciada digestión. Frente a él sus tres amigos, también participantes en la cena. Todos han comido mucho más de lo necesario y han ingerido el suficiente alcohol, para no notar la ingesta de tanto alimento. Va hacía el servicio con la necesidad de hacer algo de ejercicio y poder consumir alguna caloría en el trayecto y evacuar la vejiga llena de liquido. En un marco de complicidad todos se han visto a pedir excesivas cosas y varias botellas de vino.
El balance es un poco triste, la sobremesa se hace desvariada, con conversaciones que empiezan a sacar un grado de violencia oral.
Deciden pagar e ir a otro local para tomar una copa y algún café. Pero los ánimos están enfrentados y Luis decide renunciar, alegando que al día siguiente debe madrugar.
Una vez en la calle, se siente mejor, aun no sabe porque ha acudido a está reunión con estos amigos con los que casi no comparte ya, nada.
Luis siente como si su personalidad se diluyera y perdiera el control de las cosas, no ha sabido decir que no a la asistencia y menos a la comida y bebida consumida.
Decide ir paseando para ver si los vapores ingeridos, van diluyéndose, pero el trazado de la recta es bastante anormal, para ser una sucesión de curvas.
Se detiene junto a un árbol y quiere arrojar lo que no ha sabido negar.
Una sensación de bienestar empieza a entrarle según va soltando. Ahora su paso es más firme aunque haya llegado un dolor de cabeza.

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