Saciado
de comer, Luis, se levanta de la silla. En su mente la sensación de
haber cometido algo malo, ha ingerido mucha más comida que la
necesaria. Una sensación de no saber contener sus instintos
primarios le crea un desasosiego capaz de parar la iniciada
digestión. Frente a él sus tres amigos, también participantes en
la cena. Todos han comido mucho más de lo necesario y han ingerido
el suficiente alcohol, para no notar la ingesta de tanto alimento. Va
hacía el servicio con la necesidad de hacer algo de ejercicio y
poder consumir alguna caloría en el trayecto y evacuar la vejiga
llena de liquido. En un marco de complicidad todos se han visto a
pedir excesivas cosas y varias botellas de vino.
El
balance es un poco triste, la sobremesa se hace desvariada, con
conversaciones que empiezan a sacar un grado de violencia oral.
Deciden
pagar e ir a otro local para tomar una copa y algún café. Pero los
ánimos están enfrentados y Luis decide renunciar, alegando que al
día siguiente debe madrugar.
Una
vez en la calle, se siente mejor, aun no sabe porque ha acudido a
está reunión con estos amigos con los que casi no comparte ya,
nada.
Luis
siente como si su personalidad se diluyera y perdiera el control de
las cosas, no ha sabido decir que no a la asistencia y menos a la
comida y bebida consumida.
Decide
ir paseando para ver si los vapores ingeridos, van diluyéndose, pero
el trazado de la recta es bastante anormal, para ser una sucesión de
curvas.
Se
detiene junto a un árbol y quiere arrojar lo que no ha sabido negar.
Una
sensación de bienestar empieza a entrarle según va soltando. Ahora
su paso es más firme aunque haya llegado un dolor de cabeza.
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