Luis
siempre va con una pequeña escalera, de dos peldaños, plegable,
aluminio blanco a todos los sitios. No es que se sienta bajo que si
lo es.
Una
vez que el cansancio llega a su cuerpo, abre la misma y le vale de
asiento. Tantas veces ha esperado en colas, que su apéndice metálico
le vale para llevarlo de una forma más descansada. Pero una mano
siempre ha estado ocupada en portear, la misma.
Ha
utilizado mil maneras en mil situaciones diferentes. Todo el mundo le
parece ser un ser extraño y raro. Pero la respuesta es ignorarles.
Poca importancia tienen las criticas hacía su actitud. Ha sabido
sacar el uso, que otras personas ni se lo imaginan, como no tiene que
justificar. Él al final del día anota las utilidades que ha usado
la escalera. Pero la tragedia hoy ha tenido lugar al ponerse debajo
de las ramas de un olivo, para recoger su preciado fruto. Con la
ayuda de un palo ha vareado para obtener las aceitunas, pero en una
contorsión, forzada, en busca de una rama superior a creado una
inestabilidad y la consiguiente caída. Su inmovilidad hace que se
detengan paseantes para interesarse por él. En cinco minutos una
ambulancia aparece, hacen una movilización para ver el estado del
herido y se procede a llevar al hospital, para descartar roturas.
Según le van ascendiendo al vehículo, solicita que cojan la
escalera
Un
camillero hace muecas pero la recoge y la pone donde la camilla.
En
urgencias se hace la correspondiente exploración y se pide
corroborar con unas placas de rayos X.
Un
enyesado en el brazo es el resultado de la visita. No se olvida de
pedir su escalera, pero una de las patas se ha doblado y decide
abandonarla en los contenedores de basura proximo.
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