Juan es un hombre que va
recogiendo lo que encuentra en la calle o en su rebusca en las basuras. Al
final del día lo vende en una cacharrería, donde le suelen comprar casi todo,
por unas pocas monedas. Así va transcurriendo su vida. Como él, otros, sobre
todo inmigrantes. A medio día hace una parada para comer un bocadillo que se confecciona,
comprando en dos establecimientos diferentes, no hay aseo de manos. Una botella
de agua que rellena en una fuente publica es todo el acompañante y sentado en
un banco de un parque o una pared resguardado, si hace lluvia. Reflexiona sobre
la cantidad de cosas que va encontrando, el sinsentido del consumo que le rodea
y le abastece. La cantidad de cosas que necesitamos par llevar una vida
adecuada. El dinero necesario para encontrarse viviendo en la sociedad de
consumo que le rodea y como, contrasentido muchas personas tienen que
sobrevivir con muy poco dinero, alimentándose con fruta pasada, y embutido de categoría
más inferior. Como logran sobrevivir sacando a sus hijos adelante, con la
particularidad de tener unos ojos muy vivos, listos para encontrar el
resquicio, invisible para otras personas.
Juan perdió su trabajo y agoto
las ayudas económicas que percibía. Con lo cual observó, a un número de
personas que arrastraban carritos, en busca de cualquier cosa. El dialogo con
ellos, le indicaron donde podría vender las diferentes cosas recogidas en la
cosecha callejera.
El aprendizaje de la calle, le
enseña a ver las cosas de otra manera pero lo ha sucedido en forma buena, no
destructiva. Una sonrisa aparece cada mañana en su boca y unos buenos días con
la gente que se cruza, han creado una confianza por las calles que se mueve.
Todo representa una nueva vida. ¿O quizás es la misma?
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