Mientras anda, Juan, no ve lo que
le rodea, en su pensamiento esta la idea de llegar donde ha quedado. De nada
vale que los árboles muestren sus bellas flores o los pequeños brotes de hojas
en las ramas desnudas. Tampoco los chicos que van al colegio, mientras
personas, siguen en la dinámica de la prisa, ir contra el reloj, como si fuera
un enemigo. Ni el perro que busca su lugar para marcar con su orina.
El tráfico se hace caótico, todos
se ponen de acuerdo para ir a la misma hora.
La abstracción de Juan parece que
coincide con la postura que adaptan el resto de personas, la cara seria
coincide con el resto, no hay tiempo para cambiarla por una sonrisa. ¿A caso
hay motivos de hacerlo? Piensa en su interior. Parece que es el uniforme, igual
que otros llevan chaqueta y corbata o tacones y faldas conjuntadas.
Como en un río se pierde entre el
transporte publico, los ojos se fijan en los marcadores de tiempo de llegada
del convoy. Parece que cuadra con su previsión y un suspiro de alivio, da una
pausa a la rigidez esgrimida, en su cara. Mientras otros comienzan a hacer
actos involuntarios de impaciencia. Que llega a inocular su veneno a aquellos
que van bien de tiempo. Pero ya se llega a pensamientos en alto, para mostrar
su desacuerdo en los tiempos de espera. Lo hacen buscando la aprobación de
cualquiera, con que uno responda afirmativamente, su esfuerzo habrá merecido la
pena. Se sentirán comprendidos y no se creerán solos en el mundo.
Cuanto menos el comentario en
alto sirve como reflexión de que algo dentro de nosotros no esta bien. La
velocidad puede llegar al vértigo y con él, la perdida de control sobre
nosotros mismos. Gran problema personal.
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