miércoles, 22 de marzo de 2017

EL VIAJE EN AUTOBÚS






Subieron al autobús hablando, se olvidaron de saludar al conductor. Se juntaron en uno de los asientos que pueden ir los cuatro. Y siguieron su animada charla. El tono no bajo, con lo cual hacían participar de la conversación, que a nadie interesaba, pues se trataba de otros amigos comunes. Quien leía, tuvo que dejarlo, pues envolvía la atención del resto de viajeros. Cuando a las pocas paradas emprendieron camino a la salida, fue como si respiraran. Pues la atención ya no estaba allí.
Los viajeros se miraban unos a otros como sintiendo la liberación de unos pesados. En la nueva parada subieron una joven que acompañaba a una anciana un poco sorda, con lo cual se volvía a repetir la escena. La anciana preguntaba una y otra vez una pregunta que ya fue respondida. La muchacha alzaba sus ojos hacía arriba, como queriendo manifestar la mucha paciencia que tenía.
La parada llego para ellas y de nuevo la sensación de alivio, pero no duro mucho unos jóvenes que salían del instituto, habían acabado con la ley del silencio lectiva y tienen ganas de hablar sobre cualquier cosa, pero siempre en tono alto. De nuevo la paz se ve perturbada hasta la parada final, donde bajaron como cabras libres.
El señor mayor situado en la primera fila de asientos, espero el abandono de los zagales. Mientras su cara representaba la tranquilidad, del sentimiento, tenido por personas jubiladas. A pesar de poseer tiempo, ahora tienen que moverse lentamente, pues sus miembros ahora ya no son tan dinámicos.
Poco a poco baja del medio de transporte y, ayudado, por su bastón, encamina su camino hacía su cercana casa. Han sucedido tantas cosas en su trayecto que él solo estaba mirando en los diferentes paisajes para descubrir donde tiene que apearse, sin más.

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