Dicen que los hombres somos
animales de costumbres. Es curioso cuando aprendemos algo nuevo, lo
incorporamos a nuestro ser y es como algo nuestro. Por ello si tenemos que
cambiarlo, nos entra una resistencia a hacerlo, pues perderíamos algo de
nuestra forma personal. De ahí, la resistencia a producirlos mismos.
Juan aprendió un camino para ir a
casa de su nuevo amigo. Por ello siempre lo hace por los mismos lugares, como
si le diera la seguridad de poder llegar hacía el objetivo. Si lo modificara
podría llegar tarde, cosa que él no se lo permite así.
Pero según va pasando el tiempo,
va realizando, experimentos, en torno a ello. Recibiendo diferentes respuestas,
haciéndolo valido para las siguientes modificaciones.
Juan piensa en ello y reflexiona
sobre las diferentes situaciones, repitiéndolas de una forma automática. Sin
darnos cuenta que cuando hacemos eso no ganamos tiempo para otra cosa, sino que
vamos despreciando cada momento de nuestra vida, dejando de ser único, aunque
lo repitamos muchas veces.
Juan piensa que cuando llega a
casa hace cosas invariablemente, siendo un acto de desvalorización de lo que
realiza. Sí piensa de otra manera seguramente recibirá nuevas cosas. Al llegar
a casa es como si entrara en un templo, o una catedral, no importa el tamaño
pero si el sentimiento con el actuado.
Las costumbres, piensa Juan, son
como meterte en automático, donde dejas de ser tú. Aunque parezca que puedes
realizar más cosas, olvidas el sabor, el olor, el sonido, la vista y la sensación
de lo que estás realizando. Clave para engrandecer lo que haces. Trasmutar la
misma llegada a casa como un acto grandioso, porqué en realidad lo es, igual
que comer, respirar, andar etc. Cualquier acción realizada en cualquier día.
Por ello el perder el concepto animalario por el racional vivencial, diferente.
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