Marto
cierra su pequeña tienda cuando el sol cae. Es una tienda
anacrónica, en tiempos de consumo nadie repara sus zapatos, los tira
y uno nuevos. Él aprendió su oficio en su país sudamericano,
alquilo un pequeño local, apenas seis metros cuadrados e inicio lo
que aprendió en su país, tras meterse en prestamos adquirió la
maquinaria necesaria y las herramientas. Y con el gran desembolso
para sus maltrechas economías y el dinero de su familia. Inicio el
negocio. Pronto se dio cuenta de la realidad de la sociedad española.
Aprovecho a comprar una maquina para hacer llaves y su mujer para
arreglar vestidos y todo tipo de costura. Una nueva inversión.
Marto
no perdió la sonrisa que le trajo de su pueblo y eso contagio a los
habitantes del barrio, con lo cual fue haciendo una clientela fiel,
su trato meloso fue haciendo que su trabajo se consolidase. Por ello
busco otro local pequeño en un barrio próximo e hizo los mismos
servicios, Mati, su mujer, esta en uno por la mañana y él por la
tarde. Así los dos estaban en los dos sitios y ofrecían el mismo
servicio. Pues el espacio era tan pequeño que los dos se molestaban.
Siempre
había alguna cremallera que cambiar, poner nuevas suelas a los
zapatos de tacón o un duplicado de llaves. Milagrosamente lo
conseguían, gracias a que el alquiler era tan pequeño que lo pueden
hacer. A Marto le ofrecieron hacerse albañil, ganaría más. Pero el
había aprendido algo y quiere seguir ganándose la vida de esa
manera, Mati considera que habían logrado el llevar dos tiendas
entre los dos y ese es su mejor patrimonio. Sus hijos se han educado
entre costuras y zapatos y logran salir adelante. Ese orgullo les
hace sentir fuertes y seguros, a pesar de todo.
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