Cada
mañana se acerca Luis, a jugar en las maquinas tragaperras en el
local que esta cercano a su casa. Como un rito, después de desayunar
se asea y se acerca a cumplir con su ritual de jugar cuarenta euros,
suele elegir la misma maquina y tras cambiar los billetes en monedas
comienza a ver como desaparecen en la ranura , mientras un montón de
lucecitas comienzan a sentir su recompensa para la que fueron
creadas. Alguna vez recibe recompensa, pero sin valorar si es poco o
mucho, vuelve a introducirlas.
El
juego termina pronto, con el claro nivel de frustración. Su
siguiente meta es ir a la administración de loterías otros sesenta
euros se emplean en diferentes apuestas. Comprueba el poco resultado
de su inversión y sale a una calle que no ve, que no siente, a una
vida que se le escapa como el agua que se quiere retener, con la
palma de la mano, abierta.
Luis
eligió el camino del azar para salir de su situación personal,
llena de reveses en la vida. Pero lo peor de todo es que aunque
consiguiera lograr algún rendimiento económico lo volvería a
dilapidar, pues su vida se ha llenado de rutina, monotonía.
Come
cualquier cosa y deja que la tarde se termine con la mirada fija en
el televisor. No se pone en contacto con nadie.
Hoy
poco antes de llegar a casa un niño le regala una pequeña planta en
una minúscula macetita. No sabe porque, la acepto y le dio las
gracias, esta misma tarde bajo para comprar abono, tierra y una
maceta mayor. Empleo todo su empeño en ponerla cerca de una ventana
donde recibe los rayos del sol otoñal. El resultado es mágico,
dedica su tiempo a contemplarla y ver su crecimiento. Hoy ha olvidado
jugar.
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