lunes, 27 de julio de 2015

EL CORAZÓN DE GOYO



Goyo siempre ha sido una persona con fama de prisas. Siempre ha gozado de buena forma física. Pero los años se van acumulando y el resto del cuerpo ya no puede seguir los dictados del pasado, donde su cabeza imprimía un ritmo frenético.
La semana pasado, cuatro amigos decidieron ir a un pueblo con fortaleza incorporada. Lo que hace que las subidas y bajadas sean parte de la orografía.
El coche hay que aparcarlo en la zona de abajo donde se haya una, explanada, con las funciones de aparcamiento. Los jóvenes mozos, entrados en muchos años comienzan la ascensión. De la animación inicial se pasa a las paradas de recuperación, según se van subiendo las pendientes del camino de tierra.
Gotas de sudor aparecen en los rostros surcados. Hasta que Goyo hace salta las alarmas para decir que ya no puede más.
-Solo faltan doscientos metros, es la respuesta. Se sienta en una piedra y ve como la vista se le nubla, deja de perder contacto con la realidad.
El corazón comienza a dar muestras de fatiga, ya no puede seguir el ritmo impuesto hasta hoy. Los amigos se asustan, porque ninguno de ellos esta mejor.
-Paremos y buscamos la sombra de ese árbol. Pero Goyo no puede.
-Dejarme descansar un rato, pero este inciso se va haciendo mas largo de lo normal.
La preocupación va en aumento. El teléfono de uno de ellos formula la llama de auxilio. Casi las gotas se han secado por la temperatura. Pero Goyo no vuelve a su ser. Sus pulsaciones siguen siendo elevadas y sus antecedentes de colesterol, ácido úrico, no ayudan precisamente.
Tiene suerte, las urgencias no han tardado mucho tiempo en localizar e iniciar el descenso, tumbado en la rígida camilla.

Goyo cierra sus ojos en busca de la calma perdida.

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