Increíblemente,
Ana que era una chica muy sociable, ha iniciado un proceso de
ostracismo. A penas sale de casa, no comunica ni con amigas ni amigos
y tras cumplir con su trabajo en la tienda donde trabaja, todo el
día. Vuelve a su casa directamente.
El
teléfono móvil, prácticamente ni le enciende. Ella que era una
apasionada de los mensajes, de saber de sus amigos y de quedar con
ellos para celebrar cualquier cosa.
Parece
como si un carácter huraño se hubiera instalado en su cuerpo. Ha
dejado de preocuparse por la ropa que usa, incluso ha rasurado su
melena por un corte de pelo mas funcional que no le lleva tiempo
cuidarlo.
Desde
hace cuatro años eligió vivir sola, alquilo un piso pequeño pero
suficiente para ella, que le llenaba y le ponía mucha ilusión, fue
centro de muchos encuentros pero al cumplir los treinta años, ha
sido como un antes y un después. El espejo le ha enseñado alguna
arruga en su piel tersa y le ha hecho ver las cosas de una manera
diferente, ha cambiado radicalmente su forma de ver la vida, pero ha
sido tanto que el hermetismo a sido su salida.
Afortunadamente
en su trabajo no ha dado ese cambio, los clientes no han visto cu
cambio, excepto en su forma física.
Un
compañero, de otra tienda, ha iniciado el acercamiento y la invita a
tomar algo, tras terminar su jornada, de mala gana ha aceptado y ha
sido el inicio de un torrente de lagrimas donde ha sacado sus
temores, sus miedos ocultos, Juan ha aceptado ser su apoyo y su
estimulador, cosa que ha hecho una variación en su vida. Ana
reconecta en su interés por su casa, por su imagen personal y hasta a
recobrado la sonrisa. El miedo es vencido.
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