Nacho
siempre fue el niño gafotas, desde sus primeros años. Nunca se supo
si no quería ver o era una deformación ocular.
La
época colegial le sirvió para ser reflejo de la violencia verbal,
del rechazo al que no es como los demás, por ello es una buena razón
para marcar las diferencias que te hacen ser mejor, la terrible
competición que te marca la vida. Donde todos nos convertimos en
rivales con un objetivo, ser mejor que el resto. Aunque esto sea solo
con dos o tres personas o uno, siempre es bueno destacar sobre algo o
alguien, esto nos da un cierto poder. En el caso de su amiga Mila,
sufrió más porque encima, una mujer no puede ser fea, sino quedas
excluido de la fauna social, se te arrincona y cae la maldición.
Quedas excluida de los círculos amigables, porque en un grupo de
amigos, una mujer fea, y las gafas afean en gran medida.
Nacho
conoció a Mila en el papel de la exclusión y eso hizo que hicieran
piña y formaban una pareja estable. Llego la época de las lentillas
y dejaron de ponerse las gafas culo de botella, verde incluido. Al
principio unos ojos ahuevados determinan que siguen estando fuera de
sitio, pero poco a poco esto se fue remitiendo y ambos mostraban unos
ojos marrón verduzcos. Como los colores de sus antiguas gafas. Se
empezaron a sentir menos excluidos.
En
el caso de Mila, llego a ser mas llamativo, olvido su forma de vestir
antigua para pasar a mostrarse como la mujer que lleva dentro. Pero
Nacho rechaza pasar a ser otra persona, se había identificado tanto
tiempo con un personaje, él es eso. Gusta de ser un perdedor. Mila
destroza sus ataduras y olvida el pasado excluyente, lucha por
relegar las ataduras.
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