Javier es un muchacho mulato, su
vida ha estado plagada de incidencias. Tiene treinta años. Tras analizar los
diferentes avatares de la vida elige la de ser un perdedor. Cualquiera que le
escucha cree que ha entrado en un estado de demencia. La tendencia es la de ser
un ganador, una persona que triunfa.
Javier aprendió filosofía con un
amigo, mucho mayor que él. Y llegó a la conclusión de obtener más beneficios
sobre la tendencia actual.
Todo su esfuerzo ha sido reunir
argumentos para basar su teoría. Curiosamente no ha sido una labor heroica y
rebuscada, sino en el día a día, donde ha encontrado los mismos.
Todo el mundo le contesta sino le
gusta el dinero, la respuesta es siempre la misma: “Para qué”, la respuesta es
siempre parecida: “para obtener lo que quieras”.
Javier se sienta y recuerda el
pasado de sus antepasados, no me gusta la esclavitud, el reunir dinero te
esclaviza con el objetivo de poseer cosas o poder desarrollar actividades que
no tienes en tu mano. Olvidando las que si tienes y te olvidas por la inercia
social.
Lógicamente nadie llega a
comprenderle y le califican como marginal, por lo tanto un ser a evitar.
Javier sigue en su posición y no
le importa divulgar su manera de ser, por supuesto exótica y fuera de la
realidad general. Como si de una “rara avis” se tratara. Pero a pesar de todo
deja un calado en el inconsciente de los oyentes.
Algo resuena en “lo normal puede
ser anormal”, entra en el pensamiento por la puerta de atrás, por supuesto, la
no importante. Pero esta dentro del edificio, con un resultado incierto, pero
por supuesto, cuestionable. Quizás una de las tareas de la filosofía. Como
forma de pensamiento y construcción de nuestras creencias, tan apegadas.
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