Andando por el camino que une los
dos pueblos, nunca se sabe si les ha unido o les ha separado. Las diferencias
entre ambos se han ido acrecentando y hoy prácticamente solo es utilizado para
las labores rurales. Nadie lo usa como sitio de comunicación e intercambio.
Curioso que antiguamente eran dos poblaciones que vivían de su intercambio,
pero surgió diferencias entre familias encontradas y avivaron un odio donde
nunca había existido. El fruto de la colaboración se trunco y hoy parece que
existe un muro, inexistente, pero fácilmente identificable entre las tierras de
los Alonso y los Pérez, campos de cultivo separados por un arroyo, visible solo
los días de invierno.
Alberto, hoy, lo esta transitando
olvidando rencillas que a él, ni le vienen ni le van.
Pero su paseo no pasa
desapercibido, es como si hubiera traspasado una frontera. Solo saben que llego
por la mañana en el autobús, fue a comer en el restaurante de la carretera y
con su mochila a cuestas emprendió el camino prohibido. Los comentarios fueron
como la pólvora, es la noticia del día.
No ha preguntado a nadie, por
nada especial y se dirigió por la calle Mayor hacia el camino de tierra. Existe
una carretera donde los coches, pasan lo más deprisa posible, por el otro nexo
de unión. Los tres kilómetros que los separan atraviesan una pequeña loma que
ofrece una panorámica de la zona donde están ubicados. La llegada al otro
pueblo tampoco pasa desapercibida, solo los tractores usan la vía terrea. Difícilmente
nadie va a pie y menos alguien con una mochila en la espalda. Pregunta por un
lugar para alojarse esta noche. Solo está el restaurante que tiene habitaciones
que se alquilan para temporeros o camioneros. Hacía allí se dirije. Pero la
curiosidad es mayor en todos.
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