martes, 12 de septiembre de 2017

EL CAMINO ENTRE DOS PUEBLOS 2








La curiosidad es máxima y alguno pregunta que viene ha hacer por estás tierras. Alberto responde que esta buscando un pequeño bosque que esta en esa zona. Como un alivio le responden que esta a unos cuatro kilómetros hacía el oeste, en la falda de las montañas.
Caras de extrañeza de interesarse por un lugar al que a penas nadie va, ni se ha interesado por él. A penas unas decenas de hectáreas es su cuerda pero que se encuentra muy buen conservado, ha perdido el interés que tubo en siglos pasados donde ocupaba buena parte de las tierras, hoy dedicadas a cultivo agrícola. Alberto pronto llego al lugar protegido por las pequeñas montañas y se dio cuenta de lo olvidado que esta este rincón vegetal. No había restos humanos y el verdor encandilaba. Árboles de un buen porte sirven de entrada, también ramas caídas dan una impresión de dejadez en beneficio del mantenimiento vegetal.
Pronto se ven multitud de plantas, resguardadas por los árboles, dejando un suelo fértil. Un viejo camino va recorriendo el bosque, hasta unas oquedades en las rocas de arenisca, dejan mostrar historias para recrear. Junto a ellas un pequeño manantial que brota entre unas piedras, invitan a sentir su frescor. Cosa que Alberto cae seducido.
En algún sitio había leído la existencia de este lugar, prácticamente desconocido, para el gran público, afortunadamente se encuentra bastante intacto.
Por la noche pregunta entre los lugareños, se interesa por los dueños del lugar visitado. La respuesta es que son tierras comunales del pueblo pero que sucesos escabrosos fueran como una losa para su explotación, todos relacionados con la cueva allí existente.
Ni siquiera se recoge madera para abastecer de leña las estufas y nadie va por allí.
Alberto se pregunta que ocurriría para declararlo paraje maldito y olvidado.

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