miércoles, 27 de septiembre de 2017

ALBERTO, EL PESCADOR








Alberto es un pescador. Cada fin de semana coge sus utensilios y se va a un río para ejercer su afición.
Toma su coche y se dirige a los sitios predestinados por otras visitas. Una silla y la mochila con comida son los otros acompañantes.
No lleva ni lectura ni música. Solo el silencio es su compañía. Casi le desagrada hablar con otros aficionados, salvo que la conversación le derive a temas estrictos de la pesca.
Su forma de vida la tiene muy constituida ha elegido esa forma de vida, un tanto huraña, pero en la seguridad de encontrarse bien.
Su jornada laboral es monótona, con el agravante que tiende a desaparecer  su puesto de trabajo. Las nuevas tecnologías hacen su puesto prescindible. Pero no le importa. Buscara la manera de sobrevivir en una zona rural para hacer que pueda dedicar más horas a lo que le gusta.
Es curioso porque sus ojos resultan tan inexpresivos como los peces, sus movimientos también son tranquilos, como ellos mismos. Pero sin embargo no es un apasionado de la natación.
Su caña con señuelo, sedal y carrete son como una prolongación de sus articulaciones.
Alberto no ha tenido su pareja, pues las mujeres hablan y hablan, perturbando sus espacios de silencio, para él, sagrados.
Este fin de semana va a un lugar nuevo que ha consultado por Internet. Al estar más lejos tiene que alojarse en un hostal. Deja sus pertenencias y no necesita ni el coche. Toma sus utensilios y busca un lugar en el río, va analizando los lugares. Tiene que atravesar unas piedras, unos árboles le muestran el camino, pero su mirada esta en el agua, olvidando lo que le rodea, abstraído continua su camino hasta llega a un paraje, donde tropieza y como resultado cae dentro de una pecera.

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