El que lleva la voz cantante,
esta en el medio de los otros dos, pregunta por su objeto de interesarse tanto
por lo que pasó.
Alberto ante la actitud
intimidante contesta relajado incluso les invita a sentarse en las piedras del
camino, curiosamente aceptan. Con lo que el bloque se disipa. La primera
batalla la ha ganado. El ritmo de preguntas y respuestas lo está marcando él.
No tiene necesidad de ocultar nada y por tanto se encuentra seguro.
Consigue darles la mano a la hora
de despedirse y retoma el camino hacía los árboles. Allí apoyado en el tronco
de un roble de gran porte, se da cuenta de la necesidad de hablar que tienen
los habitantes de ese tema oscuro, en ese pasado que se ha vertido tanta tierra
con la necesidad de hacerlo desaparecer.
Son ellos lo que han buscado ha
alguien para salir del ahogo: está sensación la va corroborando día a día. Donde
va recibiendo más información, por supuesto contradictoria y llena de decoración
personal.
Alberto toma partido y logra
reunir a varios vecinos de ambos pueblos con la intención de hablar, con el
arbitraje suyo.
Aceptan pero las condiciones las
fija Alberto, para no llegar a los insultos y rencores larvados, durante tantos
años.
Por supuesto la reunión será en
la linde de los dos pueblos. Llevan unas sillas plegables e inician la
conversación, ante la desconfianza de todos. Pero Alberto logra una reconciliaciación
que termina entre ambos y el compromiso de hacer otra en el bosquecillo.
En esa ya no estará pues ha terminado
su tiempo. Pero les ha rogado que mantengan, el medio virginal, de ese espacio
natural, tan magico.
Vuelve con la sensación del
trabajo bien hecho y va a despedirse de ese lugar que le ha sugerido tantas
cosas agradables.
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