Juan remueve y remueve, otra vez,
entre la arena del patio. Está seguro que escondió la bolsa en ese lugar.
Por su cabeza comienzan a rondar
mil y un miedos. Como si fuera un tesoro, guardo el dinero que poseía.
Había recordado lo que paso en
Argentina hace años, donde la gente se quedo sin dinero de la noche al día. Juan
tomó la determinación que a él no le pararía igual. En su chalet hizo tres
particiones: una a corto plazo, el día a día, otro a largo plazo y por fin, la última,
como fondo de reserva. Empleó el método tradicional, esconderlo bajo tierra.
Una vez consumido lo que tenía a corto y a medio plazo fue para sacar otra
parte y proceder de igual manera.
Pero tras cavar en la parte
elegida, la bolsa no aparece por ningún lado. Entra en situación de pánico y de
bloqueo. “que haré ahora. No tengo nada”.
Alguien tiene que haberlo
descubierto. Pero por otro lado me habría dado cuenta de que la tierra
estuviera removida. Aunque quizás fue un día de lluvias y el agua taparía. Según
aparecían pensamientos los tapaba con respuestas del mismo ritmo.
Ríos de sudor recorren su cara. Su
piel esta pálida y como solución amplia el área a excavar. Pero allí no aparece
nada. Recuerda que fue a medio metro de profundidad pero a lo mejor, fueron
sesenta centímetros. Decide profundizar más. Pero solo arena y raíces viejas es
el único resultado.
Cansado apoya, su sudorosa
espalda en la valla de ladrillo y cierra los ojos. Entonces se le viene a la memoria
que luego lo traslado al sótano a una mocheta realizada con ladrillos, no se
fiaba de las inclemencias del tiempo y decidió el traslado, pero no lo había
recordado, hasta ahora mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.