miércoles, 22 de febrero de 2017

UN APOSITO EN LA FRENTE






Construimos una vida y nos asentamos en ella. Víctor y Juan son dos hermanos que han superado la edad de jubilación, pero no quieren dejar de trabajar, su argumento es: ¿que hacemos, sin trabajar? Cuando se les enumera las oportunidades de hacer otras cosas, bajan la cabeza, como no queriendo oír lo que se les expone. Su idea es continuar hasta que no se pueda más, ambos son conductores, con lo cual la perdida de reflejos es manifiesta, pero se tapa con las jornadas, pasadas frente al volante, sin ninguna incidencia, ni pequeño accidente.
Los dos hermanos no están a gusto en casa, aunque lleven una normalidad con sus mujeres. Ya los días de libranza conllevan un problema como para añadir todos los días. En el caso de ellas, también son un estorbo en su terreno, construido día a día.
Aunque de caracteres distintos, ambos han desarrollado la tozudez, cualidad que les aísla más.
Hoy están colocando un calentador cuando el peso del mismo, desequilibra al mayor, estando subido a una escalera. La caída ha sido lo suficiente para erosionar una ceja, empieza a manar sangre abundantemente. Víctor se asusta, pero afortunadamente, parece que solo es esa herida. Trata de taponar la herida con papel higiénico. Y con la ayuda de un trapo de cocina, se dirigen a un ambulatorio hospitalario. Al llegar a urgencias, la gente se moviliza rápidamente por el impacto que tiene la sangre.
Las curas se hacen con rapidez pero una angustia ha quedado en la mente de los dos. ¿Como contaran a  sus mujeres el accidente? La respuesta que recibirán es que ya no son jóvenes para hacer esas cosas, lo cual cuestionara su forma de vida. Y es el miedo de enfrentarse a esa realidad que nunca quieren ver. Un aposito en la frente

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