La sala del hospital se encuentra
llena, es época de gripe y muchas personas mayores lo sufren con más virulencia.
Curiosamente las personas que trabajan
en ese espacio suelen olvidar que trabajan con humanos, como ellos, con
problemas similares a los suyos, sino iguales.
Acuden porque buscan ayuda, como
la persona que se encuentra perdida y va a la primera persona que ven para que
le indicara por donde debe ir para llegar, al sitio concertado. Al no conocer
el territorio va en busca de alguien que sepa más.
El problema surge cuando la
persona, preguntada, toma una posición de superioridad pues tiene el
conocimiento del lugar.
Al surgir la enfermedad, surge la
misma sensación de encontrarse perdidos, acudes a profesionales que han
estudiado el territorio, el cuerpo humano. Pero se olvidan de que depende como
se digan las cosas, la enfermedad o el mapa del territorio, es importantísimo
para encontrar la salud. No solo la ciencia vale para descubrir sino para
tratar quien viene en búsqueda de ayuda.
La duda hace que aparezca la
misma, sensación, dentro de nosotros, por ello será una eminencia en medicina
pero el resultado será inferior al necesitado.
En las facultades, se olvidan de
esos detalles que cambian la manera de ver las cosas, incluida la enfermedad.
Es como ir a la consulta de un medico y todo esta muy limpio, claro, pero al
dar la mano al galeno, descubrimos unas manos sucias. Empezamos a tener un
rechazo al que no salvara el diagnostico cierto o el medicamento correcto. Lo
mismo ocurre con las palabras o la manera de comportarse frente al paciente. En
las facultadas se olvida que somos algo más que cuerpo, nuestros sentimientos,
manera de pensar también son muy importantes en toda representación, de nuestra
vida, en la evolución que tenemos.
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