Que es lo que me está ocurriendo
que no puedo parar mi cuerpo. Mis brazos no paran de temblar, incluso mi cabeza
se mueve compulsivamente, no logro encontrar el control de mi cuerpo. Un mal se
ha instalado en mi cabeza y no rige las órdenes que le voy dando.
Siento vergüenza porque no logro
disimular, ante los demás estos tics.
Manolo va sintiendo su deterioro
día a día, asistió a la consulta del médico que le derivo al especialista. Mientras
tanto una sucesión de pastillas complementaban la dieta. Un desagradable olor
en su boca y una erupción cutánea, son los primeros síntomas de rechazo. A la
mente se le tenía distraída con nuevas pruebas neurológicas, para descartar lo
que todo el mundo sabe, pero hay que poner nombre para colocarte en el mundo.
Manolo se va aislando cada día más.
Ya no quiere salir a la calle, siente vergüenza de aparecer en ese estado de
monigote disparatado.
Nuevas pastillas químicas, en búsqueda
de la tranquilidad perdida.
Apenas puede buscar en Internet,
pues sus manos difícilmente aciertan en el blanco.
La palabra suicidio aparece en su
cabeza como solución a sus problemas. Manolo ha acabado con su paciencia, pero
tampoco logra como ejecutarlo, su mente parece ir a la misma velocidad que su
cuerpo. Con lo cual le lleva a un cansancio máximo, a penas puede comer. Pero
manolo descubre unas palabras que le llenan de esperanza. No se trata de un
nuevo tratamiento sino de ver la vida de otra manera, precisamente a él,
condenado a una vida que, parece, se aleja de él.
Una pequeña lucecita esta dentro
de su cerebro, donde se ha instalado la penumbra más nauseabunda. Comienza a
aceptar la compañía de otras personas y sus ánimos, con consecuencia de agrandar
esa luz pequeña, amiga.
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