El árbol sigue ahí desde hace
cincuenta años, su progresión lenta, le ha dado un porte importante. Ha sido
testigo de muchas de las partes de la familia, que lo planto de una pequeña
maceta, ha gozado del agua necesaria en las estaciones más tórridas, porque ha
sido regado. Ha sentido el abrigo protector de los muros que le rodean. Ha
notado la poda en sus ramas para no introducirse en las ventanas, según ha ido
con su crecimiento.
Se trata de un quejigo, de la familia de las encinas y
robles. Con unas verdes hojas que dan lugar a recogimiento, bajo él, con los
calores del verano. Ha visto tres generaciones de humanos, junto a sus ramas,
ha valido para sustentar cuerdas para colgar la ropa. Y es lugar de paso de
multitud de aves, diferentes. Es un símbolo para la familia y uno de los nietos
esta buscando fotografías donde aparece este.
A su alrededor se plantaron
baldosas, para facilitar la limpieza del patio. Compañero de diferentes sillas
y mesas, que no han aguantado el paso del tiempo y han sido sustituidas por
otras para acoger los días fuera de la casa.
No ha habido mascotas en la casa
solo el árbol y las macetas de flores, con la función de dar color y frescura
al patio.
Hoy la familia, tomo la decisión
de vender la casa y tienen que hacer la mudanza. Cada miembro ha buscado un
momento para estar con su símbolo y se ha despedido a su manera. Pero todos
rinden culto a la pequeña maceta plantada hace tantos años. Saben que sobresale
a la valla de ladrillo que aisla el interior, y con la vista se conformaran de
sentir que está allí.
Pero los nuevos dueños la talaron
para poner un espacio de plástico.
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