lunes, 13 de febrero de 2017

LAS BOLSAS DE BASURA






Ana se levanta temprano, quiere dejar las tareas de la casa hechas, antes de salir a la calle. Recoge las bolsas de basura y sale por la puerta, bolso y bolsas parecen una tarea difícil de combinar, pero se apaña para poder abrir las diferentes manivelas, casa y portal. Los contenedores están en la esquina, parece que todos han tenido la misma idea a la misma hora, hacen una pequeña cola mientras, un vecino agarra la tapa para facilitar que se vayan desprendiendo de sus inmundicias, alguno hasta da las gracias, pero otros parece como si fuera un cargo municipal, sueltan la bolsa y casi, salen corriendo a sus quehaceres matinales.
Ana agradece el compromiso del vecino y como con las manos, sucias, busca un pañuelo de papel para retirar los adheridos. Con ella se deshace la fila y la función ocasional del servidor.
Busca una papelera donde dejar el pañuelo y parece más liberada, tras dejar los bultos.
Un poco más arriba ve a otra mujer con dos bolsas grandes de basura, se adelanta y la abre la gran boca. Agradecida, le comenta que la faltaban manos, par llevar a cabo su trabajo.
Una sonrisa cómplice, termina el encuentro. Parece como una liberación el desprenderse de lo que no te vale en tu día a día. El pensamiento que la viene es la cantidad de cosas que necesitamos para hacer nuestra vida.
Envoltorios, y cosas que no tienen sentido, como el papel que envuelve a algunas naranjas, sin saber para que. Cualquier objeto se le guarda con claro ejemplo de aparentar un regalo. En algunos para llevar la información nutricional, como si las naranjas o el pan tienen que decir que llevan añadidos, para convertirlos en otra cosa.
Surgiendo dudas sobre la vida que llevamos. Ana mueve la cabeza.

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