Juan esta sentado frente a una
vega, esta en una pequeña colina, es por la mañana. Aun las gotas de roció están
diseminadas por todos los vegetales que por allí están.
Contempla como el sol va
dominando todo, tras la vuelta correspondiente. Juan tiene la cabeza aturdida,
ha estado toda la noche dando vueltas a un problema, del que ha construido
muchos edificios, por supuesto sin solares ni materiales, solo con la recreación
personal. Hoy no es día de trabajo, por ello se levanto temprano y ha ido a ver
amanecer a este lugar donde ha venido tantas veces, donde ha construido otros
tantos edificios. Pero hoy no ha venido como arquitecto sino para integrarse en
otra realidad, tan diferente como la anterior, pero con más contenido,
personal.
Contempla lo que le rodea, las
diferencias de luz en el maravilloso paisaje y dirige sus ojos, hacía una mata
de tomillo. Mira su estructura y la fuerza que ha tenido para ajustarse a ese
terreno. Sus pequeñas hojas y quiere integrarse en esa estructura, como si
fuera parte de ella.
Trata de captar el aroma mientras
escucha la pequeña brisa, como anunciadora de cambios.
Sus ojos se cierran pero para
seguir manteniendo la imagen de la planta, una mano la toca y comienza a
sentirse uno, con ella, mientras sus sentidos, ahondan más en su objetivo.
No sabe cuanto tiempo esta
pasando, solo sentirse más integrado dentro de un universo no fuera de él. Como
miembro separado, que es lo que nos suele ocurrir. Como si fuésemos autónomos,
no integrados de la globalidad de la naturaleza.
Juan comprende está realidad y
disfruta dentro de ella, como un elemento que compone la misma, con la
diferencia de ser elemento activo, sacando todo lo que tienes dentro, pero sin
necesidad de ser egoísta.
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