Juan quedo jubilado al llegar su
edad cronológica. Él ha trabajado siempre, quizás por no estar en casa.
A su mujer le molesta que este en
casa, es su territorio, creado en horas y horas de soledad. Por ello le empuja
a salir a la calle. Juan no esta acostumbrado a vagabundear. Pero si a
madrugar, por ello tras tomar el desayuno sale a la calle de mala gana. Recorre
el barrio pero no encuentra sentido al ocio.
Intenta con otro compañero hacer
algo en que estar ocupado, formar una oficina para llevar papeles, pero en
seguida les dicen que no lo pueden hacer al estar cobrando una pensión. Tampoco
ha fomentado las amistades, por ello también está aislado.
Cansado de dar vueltas, un día
descubre una actividad muy ligada a los jubilados, se trata de mirar obras,
tarea en la que ocupa buena parte del día. Observando como se colocan
materiales nuevos en vez de los deteriorados, los obreros se sienten vigilados
ante tantas miradas de personas apoyadas en las vayas, como si registrasen su
labor. Hasta hacen comentarios de cómo debe hacerse su labor, cosa que ya
importuna. Uno de ellos les dice: les gustaría que en su trabajo, de antes, estuvieran
siendo supervisados por personas que ni sabes si tienen conocimiento.
Un murmullo es la respuesta y
hasta la retirada de algunos miembros de la comisión observadora.
Juan regresa a la hora de la
comida y cuando la tarde cae, sustituyendo su tarea por observar televisión, a
penas existen diálogos con la mujer.
El tedio se apodera de ellos,
pero Juan ha encontrado que su vida ahora es la de observación, ya sea en la
calle o en la evolución de un edificio en construcción.
El nuevo día se abre, pero los
colores son los mismos siempre.
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