Llámame en quince minutos,
requiere Juan a su interlocutor. Sera tan difícil decir si o no, que hace falta
el tiempo de reflexión, de nueve mil segundos en decidir…
Pasado el tiempo, prudencial,
vuelvo a llamar a mi amigo Juan. Puedes ya contestarme.
-
Si perdona pero tenía que consultar una cosa,
antes de responderte.
-
No hay problema, cuál es tu decisión.
-
Pues que realmente no puedo.
Se me tuerce el gesto, que no se
puede contemplar, vía telefónica.
-
Vale de acuerdo, ya nos veremos, en otra ocasión.
Sé que esto ya no va a volverse a producir. En ese periodo de tiempo, de
espera, ya había tomado una decisión.
Qué difícil es tomar una decisión
cuando ya la tienes tomada de antemano. Realmente, creemos que tenemos una bola
mágica, con la cual podemos adivinar cualquier cosa, sin realmente preguntar y
confirmar que las cosas son así, como hemos imaginado en nuestro espacio
cerebral.
La sorpresa llega cuando si lo
hacemos y descubrimos que nos hemos equivocado en nuestras predicciones y habíamos
puesto realidades donde solo eran conjeturas, con tan poco valor, como la
brizna de hierba transportada por el viento del norte.
El tiempo de espera había
sobrado, pues ya tenía mi juicio hecho. Pero con la confirmación, no intente
saber nada más.
Juan es un amigo de hace muchos
años pero por circunstancias, ahora, no s veíamos poco, lo cual era un
alejamiento que había que delimitar, la duda que creo en mí, con su espera, era
una confirmación de esa separación, ya dejaba de ser importante en mi vida, por
ello hay que ganar espacio en nuestro interior y eliminar a quien no representa
nada. Pretendemos ganar memoria o amplitud en nuestra cabeza, sin darnos cuenta
de los acotamientos que vamos produciendo cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.