sábado, 2 de abril de 2016

LLÁMAME EN QUINCE MINUTOS



Llámame en quince minutos, requiere Juan a su interlocutor. Sera tan difícil decir si o no, que hace falta el tiempo de reflexión, de nueve mil segundos en decidir…
Pasado el tiempo, prudencial, vuelvo a llamar a mi amigo Juan. Puedes ya contestarme.
-        Si perdona pero tenía que consultar una cosa, antes de responderte.
-        No hay problema, cuál es tu decisión.
-        Pues que realmente no puedo.
Se me tuerce el gesto, que no se puede contemplar, vía telefónica.
-        Vale de acuerdo, ya nos veremos, en otra ocasión. Sé que esto ya no va a volverse a producir. En ese periodo de tiempo, de espera, ya había tomado una decisión.
Qué difícil es tomar una decisión cuando ya la tienes tomada de antemano. Realmente, creemos que tenemos una bola mágica, con la cual podemos adivinar cualquier cosa, sin realmente preguntar y confirmar que las cosas son así, como hemos imaginado en nuestro espacio cerebral.
La sorpresa llega cuando si lo hacemos y descubrimos que nos hemos equivocado en nuestras predicciones y habíamos puesto realidades donde solo eran conjeturas, con tan poco valor, como la brizna de hierba transportada por el viento del norte.
El tiempo de espera había sobrado, pues ya tenía mi juicio hecho. Pero con la confirmación, no intente saber nada más.

Juan es un amigo de hace muchos años pero por circunstancias, ahora, no s veíamos poco, lo cual era un alejamiento que había que delimitar, la duda que creo en mí, con su espera, era una confirmación de esa separación, ya dejaba de ser importante en mi vida, por ello hay que ganar espacio en nuestro interior y eliminar a quien no representa nada. Pretendemos ganar memoria o amplitud en nuestra cabeza, sin darnos cuenta de los acotamientos que vamos produciendo cada día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

gracias por participar en este blog.