La
alergia representa una intolerancia. Curiosamente tiene su aplicación psicológica.
Juan, no ha padecido nunca de esta enfermedad, pero el tiempo pasa y nuestra
cabeza también lo hace así. La intransigencia anida en nuestros pensamientos y
lo manifestamos de muchas maneras. Queremos defender nuestra personalidad, por
tanto cualquier persona puede perturbar, nuestra ¿tranquilidad?
Juan
no es consciente de este cambio, sutil, que se va produciendo día a día. Pero
se va aislando cada vez más. Siente ser crítico, donde antes no lo era.
Unos
estornudos le confirman la estación en que se encuentra y claro, la culpa la
tienen esas flores que dispersan el polen sin ton ni son; como si no lo
hubieran hecho desde hace miles de años. Nuestro proceso de adaptación ha
sufrido una recesión, en el sentido que lo más importante es el yo frente a
lo demás. Si ocurre esto nos tenemos que proteger, ¿Cómo? Por supuesto frente a
los otros. Su manera de ser nos “patina”. Nuestra lógica nos lleva a mostrarnos
intolerantes y el proceso comienza su camino. Hoy es el polen, mañana…
Juan
sale de su casa con su paquete de pañuelos de papel en el bolsillo dispuesto a
afrontar el nuevo día. Se encuentra con una amiga, Julia. Quedan para después de
su jornada laboral.
El
encuentro es emotivo porque quieren ponerse al día con sus vidas. Juan saca una
y otra vez su pañuelo de papel. Reponiéndolo en varias ocasiones. Julia observa
los ojos llorosos, de su amigo. Y le cuenta su teoría respecto a la alergia.
Juan desmiente que haya cambiado su manera de ser, sino que es un problema de
la naturaleza, claro, la culpa es de los demás o de las circunstancias, sin asumir
nuestro papel protagonista de nuestra vida. Su mirada no puede fijar la mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.