viernes, 8 de abril de 2016

LA ALERGIA




La alergia representa una intolerancia. Curiosamente tiene su aplicación psicológica. Juan, no ha padecido nunca de esta enfermedad, pero el tiempo pasa y nuestra cabeza también lo hace así. La intransigencia anida en nuestros pensamientos y lo manifestamos de muchas maneras. Queremos defender nuestra personalidad, por tanto cualquier persona puede perturbar, nuestra ¿tranquilidad?
Juan no es consciente de este cambio, sutil, que se va produciendo día a día. Pero se va aislando cada vez más. Siente ser crítico, donde antes no lo era.
Unos estornudos le confirman la estación en que se encuentra y claro, la culpa la tienen esas flores que dispersan el polen sin ton ni son; como si no lo hubieran hecho desde hace miles de años. Nuestro proceso de adaptación ha sufrido una recesión, en el sentido que lo más importante es el yo frente a lo demás. Si ocurre esto nos tenemos que proteger, ¿Cómo? Por supuesto frente a los otros. Su manera de ser nos “patina”. Nuestra lógica nos lleva a mostrarnos intolerantes y el proceso comienza su camino. Hoy es el polen, mañana…
Juan sale de su casa con su paquete de pañuelos de papel en el bolsillo dispuesto a afrontar el nuevo día. Se encuentra con una amiga, Julia. Quedan para después de su jornada laboral.

El encuentro es emotivo porque quieren ponerse al día con sus vidas. Juan saca una y otra vez su pañuelo de papel. Reponiéndolo en varias ocasiones. Julia observa los ojos llorosos, de su amigo. Y le cuenta su teoría respecto a la alergia. Juan desmiente que haya cambiado su manera de ser, sino que es un problema de la naturaleza, claro, la culpa es de los demás o de las circunstancias, sin asumir nuestro papel protagonista de nuestra vida. Su mirada no puede fijar la mirada.

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