Juan
se olvida del placer de hacer la comida, recurre a platos preparados que no le
detienen en su elaboración de su sustento diario.
Después
de su jornada laboral coge el metro para
llegar a casa sobre las cuatro, no tiene muchas ganas de preparar nada y es esa
rutina la que le lleva a consumir cualquier cosa en el menor tiempo posible.
Pero
hoy ha decidido parar, hacer las cosas de otra manera, la vorágine que ha
creado en su vida, sienta que le está perjudicando física y mentalmente. Por
ello hay que cambiar y hoy, miércoles, es un buen día para llevarlo a cabo.
Sabe que tardara mes de un cuarto de hora pero es importante cambiar, sentir
que eres dueño de tu vida y que no es la rutina la conductora de la misma.
Abre
la puerta del frigorífico y toma los ingredientes para elaborar una ensalada
variada, en las indicaciones que se le han dado, le sugieren que tenga muchos
colores y que utilice especias, en lugar de la sal.
El
segundo plato no le llevara más de veinte minutos elaborarlo, así deja de aliñar la ensalada y se pone con el
segundo. Se da cuenta que está elaborando una comida para alguien importante,
él. Y eso ya es mucho.
Le
va gustando el tiempo como lo emplea frente a la cultura de la prisa, del
correr.
Pone
música para ambientar su comida y disfruta de cada bocado, mientras saborea un
vino que tenía guardado, para no se sabe cuándo.
Ha
roto la monotonía donde estaba sumergido, sin darse cuenta o simplemente ignorándola,
para sentirse más cómodo. Es más fácil seguir haciendo siempre lo mismo. De esa
manera siempre encontraremos las mismas cosas, a veces, hace falta una
variación, donde te permita comparar tus pensamientos consagrados.
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